¿Debemos poner límites a la reproducción asistida?

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Son muchas las técnicas que la ciencia puede utilizar hoy en día para ayudar a una mujer a ser madre cuando está sola, su pareja es otra mujer, o tiene problemas de fertilidad. Obviamente, lo mismo hace por los hombres que quieren ser padres, con la salvedad de que ellos, sí o sí, necesitan el apoyo de su pareja femenina ya que, de lo contrario, por mucho que quiera la ciencia ayudarlos a ser padres, por ahora sería un caso imposible. Y digo “por ahora” porque nunca se sabe lo que se puede avanzar en este sentido.

Ahora bien, ¿puede la ciencia crear vida sin más ayuda? Por suerte no, y que conste que digo “por suerte” sabiendo a lo que me refiero. Hoy en día necesitamos donantes anónimos de óvulos y esperma para que muchas parejas, o mujeres solteras, puedan convertirse en padres y madres y, por eso, la ciencia nunca será la única a la que debemos dar las gracias. En IVIDona, el departamento de donación de óvulos de la reconocida clínica de reproducción asistida IVI, describen así la situación: “Donar tus óvulos es ayudar a otras mujeres que quieren ser madres. Donando estarás realizando el acto más generoso que una pareja podrá recibir en toda su vida”.

Podríamos decir que los donantes son los verdaderos hacedores del milagro en estos casos, puesto que sin ellos, sería imposible.

Ahora bien, teniendo en cuenta que uniendo las dos fuerzas (genes y ciencia) podemos crear vida, ¿debemos llegar hasta donde haga falta o hay una línea que jamás debería ser traspasada?

Un bebé con ADN de tres progenitores

Estamos llegando a un punto en el que, tanto algunas clínicas de fertilidad como algunos laboratorios, están optando por usar “lo que haga falta” para conseguir que mujeres desesperadas por ser madres se gasten todos sus ahorros, pidan créditos y se endeuden hasta las cejas, mientras ellos se lucran y crean vida de forma, en ocasiones, un poco cuestionable.

Es, por ejemplo el caso del bebé nacido en Grecia que tiene ADN de dos madres y un padre. No estoy en contra, ni mucho menos, de que se investigue y se avance en este campo, pero llegar a puntos como este me parece excesivo. En sus células hay ADN de tres progenitores distintos y la técnica se llama “transferencia de huso materno” que consiste en la unión del ADN nuclear del óvulo de la mujer infértil, el ADN mitocondrial del óvulo de la mujer donante, y el ADN del esperma del padre. De esta forma, el óvulo resultante contiene el material genético de la paciente pero el resto de componentes, que tienen un papel crucial en la salida adelante del embrión, son de una donante sana. Este óvulo es, finalmente, fecundado con el esperma de la pareja e implantado en la paciente.

Todo precioso ¿verdad? Pero hay que recordar que el problema de infertilidad de la pareja se podría haber solucionado solo un una donación de óvulos simple, fecundados con el esperma del padre e implantados en el útero de la madre, es decir, una FIV (fecundación in vitro) con óvulo de donante de toda la vida. Sin embargo, por el empecinamiento de la pareja de que el bebé sea genéticamente de ambos, han acabado concibiendo un bebé con ADN de tres progenitores, algo totalmente innecesario a mi entender.

¿No se ama igual a un hijo biológico que a uno adoptado? La respuesta lógica es que sí, y por lo tanto, ¿es necesario todo este proceso que crea un bebé que no sabemos qué problemas puede desarrollar en un futuro sólo por lo que, a mi entender, no es más que un capricho innecesario? La ciencia y las técnicas de reproducción asistida son maravillosas y es fantástico que se siga investigando para poder ayudar a más parejas a ser padres y madres pero se debe marcar un límite, una línea que no debe cruzarse por mucho dinero que los futuros progenitores deseen invertir en el procedimiento, sobre todo cuando en casos como este que hemos señalado hay otras opciones menos peligrosas y con mayor tasa de éxito.

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