-
Elegir por precio sin valorar el uso real.
Muchas personas que están montando un negocio de alimentación o renovando su cocina profesional caen en la trampa de guiarse exclusivamente por el precio. Comprar lo más barato puede parecer lógico cuando el presupuesto es ajustado, pero a la larga puede salir caro. Un equipo económico puede no rendir bien con un uso intensivo, generar más averías o consumir más energía. Esto acaba afectando directamente al ritmo de trabajo, a los resultados y a los costes diarios de funcionamiento. La mejor manera de evitarlo es analizar cuántas horas diarias se va a utilizar esa máquina, qué tipo de alimentos se van a preparar o conservar, qué temperaturas se manejan y cuántas personas van a trabajar con ella. En muchos casos, invertir un poco más en un equipo robusto que aguante bien el trote diario es una decisión mucho más acertada.
-
No tener en cuenta la normativa sanitaria.
En sectores como la hostelería, la panadería o la carnicería, los equipos que se instalan tienen que cumplir con unos requisitos bastante estrictos de higiene. Utilizar maquinaria con materiales porosos, que no permita una limpieza fácil o que no tenga certificación alimentaria puede suponer sanciones o, directamente, que no se autorice la apertura del negocio. A veces se adquieren equipos usados que vienen sin documentación, o se importa maquinaria sin revisar si cumple con las normativas españolas. Este tipo de decisiones puede complicar mucho las cosas después. Lo ideal es consultar directamente con un profesional que conozca la legislación vigente, ya que cada tipo de instalación tiene sus propias exigencias según su actividad y el volumen de trabajo. Saltarse esto puede provocar desde pérdidas económicas hasta el cierre temporal del negocio.
-
Comprar sin planificar la distribución del espacio.
Un error bastante frecuente es comprar primero la maquinaria y pensar después dónde ponerla. Esto puede parecer una tontería, pero en la práctica supone que muchas veces no se aprovecha bien el espacio, se generan atascos en la zona de trabajo o se obliga al personal a hacer desplazamientos innecesarios. Todo esto acaba afectando a la fluidez y al tiempo de servicio. Es importante medir bien el local, tener claro qué zonas se destinan a preparación, cocción, refrigeración y limpieza, y elegir equipos que se adapten a ese flujo. A veces una máquina excelente puede no encajar bien en la distribución, mientras que otra con un diseño más compacto o modular sí se ajusta mejor. Aquí entran en juego elementos como la apertura de puertas, la posición de los mandos, la ventilación necesaria o la cercanía a tomas de agua y electricidad.
-
Ignorar la importancia del mantenimiento.
Hay personas que compran maquinaria sin plantearse cuánto cuesta mantenerla o con qué frecuencia necesita revisiones. Una freidora, un horno de convección o una cámara frigorífica no se comportan igual con el paso del tiempo si no se hace un mantenimiento regular. Algunos equipos requieren limpiezas técnicas, sustitución de piezas de desgaste o calibraciones periódicas. Si la máquina no tiene un buen servicio técnico o si las piezas de repuesto son difíciles de conseguir, se corre el riesgo de que el aparato quede inservible durante días o semanas, y eso en un negocio de alimentación puede ser un problema serio. También es importante mirar si el proveedor ofrece contratos de mantenimiento o soporte rápido. Los profesionales de Mayfriho recalcan siempre la importancia de contar con equipos que, además de funcionar bien al principio, se puedan mantenerse en buenas condiciones a lo largo de los años.
-
Pasar por alto el consumo energético.
En negocios donde la maquinaria trabaja muchas horas al día, el consumo eléctrico es un factor que hay que mirar con lupa. No se trata solamente del precio de compra, hay que tener en cuenta también lo que cuesta mantener esa máquina encendida día tras día. Un horno industrial que tarda más en calentar o que no tiene buen aislamiento puede consumir mucha más electricidad que otro más moderno y optimizado. Lo mismo ocurre con los equipos de frío: si el aislamiento no es bueno o si el motor tiene que hacer demasiados ciclos, el gasto puede dispararse. Elegir maquinaria con etiqueta energética alta, funciones de ahorro o tecnologías que optimicen el consumo es tanto una cuestión ecológica como lo es también una decisión de ahorro real. Además, en instalaciones grandes conviene plantearse si merece la pena dividir la maquinaria en varios módulos independientes que se encienden por zonas según el uso.
-
Elegir equipos demasiado grandes o demasiado pequeños.
Aquí no se trata de pensar en lo que “podría necesitarse” en el futuro ni de quedarse corto con lo que se necesita hoy. Es muy habitual que quien empieza un negocio nuevo compre equipos demasiado grandes por si crece rápidamente o, al revés, que piense que con algo pequeño puede apañarse. En la práctica, los equipos sobredimensionados ocupan espacio innecesario, consumen más y a veces ni se usan del todo. Y los pequeños generan cuellos de botella, sobrecarga del personal y deterioro acelerado. Hay que ser realista con las previsiones, conocer bien la media de clientes, la rotación del producto o la frecuencia con la que se trabaja, y escoger equipos que respondan bien a ese nivel de exigencia sin quedarse cortos ni ir muy sobrados.
-
No pensar en la comodidad del personal.
Una máquina puede ser técnicamente perfecta, pero si está colocada a una altura incómoda, si obliga a agacharse o estirarse demasiado, o si los mandos no están accesibles, se convierte en un fastidio para quien la usa. Las jornadas en hostelería o en obradores son largas, y el confort físico influye muchísimo en la productividad. Lo mismo pasa con el ruido: algunas máquinas generan niveles acústicos molestos que acaban pasando factura. La ergonomía es clave, y a menudo se descuida. Hay mesas de trabajo que pueden regularse en altura, hornos que permiten acceder fácilmente a sus bandejas o vitrinas que se abren por ambos lados para facilitar la carga. Todos estos pequeños detalles marcan la diferencia en el día a día, aunque a primera vista no parezcan importantes.
-
Olvidarse de la ventilación y la extracción.
En muchos casos se compran cocinas, hornos o freidoras sin comprobar si el local cuenta con una salida de humos adecuada o si se necesita un sistema de extracción más potente. Esto se convierte en un problema serio una vez instalada la maquinaria, ya que puede impedir su uso o requerir obras adicionales bastante caras. No todos los equipos generan el mismo tipo de residuo: hay vapores, grasas, olores, gases de combustión… y cada uno necesita un tipo específico de tratamiento. Incluso en negocios pequeños hay que prever el flujo de aire, la recirculación o la renovación constante, sobre todo cuando el equipo está en funcionamiento muchas horas. La ventilación influye tanto en el ambiente del local como en la vida útil de las máquinas y en la seguridad del personal.
-
Subestimar la importancia de una buena instalación.
Otro error habitual es pensar que, una vez comprada la máquina, cualquier técnico puede instalarla. La realidad es que muchos equipos necesitan una instalación profesional muy específica: conexiones trifásicas, tomas de agua con una presión determinada, sistemas de evacuación, anclajes al suelo o ajustes de nivelación. Si esto no se hace bien, la máquina puede funcionar mal o averiarse al poco tiempo. A veces incluso se pierde la garantía por una instalación incorrecta. Además, si no se ajusta bien el equipo desde el primer momento, puede que los resultados culinarios no sean los esperados: un horno que no distribuye bien el calor, una envasadora mal calibrada o una batidora industrial que vibra en exceso. La instalación no es un trámite, es una parte esencial del proceso, ya que afecta tanto a la seguridad del entorno como al rendimiento diario del equipo. También conviene comprobar que el instalador esté homologado y que se documente todo correctamente, sobre todo en equipos que requieran revisiones periódicas, certificados de puesta en marcha o controles oficiales. Pasar por alto estos detalles puede complicar inspecciones o auditorías posteriores.
-
Comprar sin pensar en el futuro del negocio.
Aunque no conviene sobredimensionar los equipos, sí es recomendable plantearse si hay margen para crecer, cambiar de tipo de producto o abrir una segunda línea de trabajo. Algunas máquinas permiten actualizaciones, ampliaciones o complementos que se pueden añadir más adelante. Otras son muy específicas y no admiten variaciones. Si, por ejemplo, estás montando una cocina central que abastece varios puntos de venta, quizá te interese una maquinaria que permita programar ciclos o que pueda conectarse a un sistema digital de control. También hay que tener en cuenta si el equipo podrá seguir funcionando con el mismo rendimiento dentro de tres o cinco años. Comprar maquinaria pensando solo en lo inmediato puede ser una solución a corto plazo, pero limita mucho las opciones cuando el negocio empieza a evolucionar o diversificarse.