Siempre me había rondado la cabeza la idea de tener algo mío, de montar una empresa en la que pudiera decidir yo todo: desde el nombre hasta los horarios, pasando por lo más importante, que es cómo tratar a la gente que entra por la puerta. Durante años lo fui dejando, porque tenía otras prioridades, porque no me atrevía o porque no era el momento. Pero hace unos meses decidí que ya era suficiente. Soy de Valencia, tengo 34 años, y ahora puedo decir que he abierto mi tienda de ropa de mujer con marca propia. No ha sido fácil, pero sí ha sido el mejor momento para hacerlo. Te cuento por qué.
El momento perfecto no existe, pero ahora hay muchas facilidades
Si esperas a que todo sea perfecto, nunca vas a dar el paso. Yo lo he pensado muchas veces. Siempre parecía que faltaba algo: más dinero, más experiencia, menos responsabilidades… Pero también me di cuenta de que, con cada año que pasaba, tenía más claro lo que quería hacer. Y, sobre todo, tenía más claro cómo quería hacerlo.
La situación actual tiene cosas que facilitan mucho montar una empresa. Por ejemplo, hay más opciones de financiación que nunca, muchas ayudas públicas, asesoramiento gratuito si sabes dónde buscarlo, y un entorno digital que te permite tener visibilidad sin necesidad de gastar una fortuna. Es cierto que también hay mucha competencia, pero eso siempre va a estar ahí. Lo importante es diferenciarse y no tener miedo a empezar.
Además, después de la pandemia, creo que muchas personas han cambiado su forma de consumir. Se valora mucho más lo local, lo cercano, lo que tiene una historia detrás. Y yo quería que mi tienda tuviera eso: un estilo definido, prendas que no se encuentran en cualquier sitio, y una marca con personalidad.
Ropa para mujeres reales, pensada con calma
Lo primero fue definir bien qué tipo de tienda quería. No quería vender lo mismo que todo el mundo. Así que pensé en cómo vestimos las mujeres que estamos en la treintena, que tenemos mil cosas en la cabeza, que queremos vernos bien, pero sin complicarnos la vida. Quería ropa bonita, práctica, cómoda, pero con un toque especial. Y así nació mi marca.
Le dediqué muchas horas al diseño, a buscar proveedores, a probar tejidos. Todo eso lo hice mientras seguía trabajando a media jornada en otro sitio y mientras cuidaba de mi hijo, que tiene ocho años y es bastante movido. Había días en los que pensaba que no me iba a dar la vida para todo, pero poco a poco iba avanzando.
Decidí que quería una tienda física porque me gusta el trato directo con la gente. Me encanta ver cómo alguien se prueba algo, se mira al espejo y se le cambia la cara. Pero también tengo tienda online, porque sé que es esencial. Mucha gente te descubre por Instagram o por una búsqueda en Google, y si no estás ahí, directamente no existes. Para mí, la combinación de las dos ha sido fundamental.
Todos los pasos que seguí para abrirla
No es que exista una lista mágica que te diga exactamente cómo hacerlo, pero sí hay una serie de pasos que yo seguí y que me ayudaron mucho:
- Plan de negocio. Antes de nada, me senté y escribí todo lo que tenía en mente: qué quería vender, a quién, cómo iba a conseguir los productos, qué gastos iba a tener, cómo pensaba darme a conocer. No hace falta hacer un documento de 100 páginas, pero sí tener claro el plan general.
- Buscar asesoramiento. Me ayudó mucho acudir a una oficina de apoyo a emprendedores del ayuntamiento. Me explicaron cosas básicas sobre los trámites, las licencias, los impuestos. También hablé con otras mujeres que habían montado su negocio, y me dieron consejos muy útiles que no aparecen en internet.
- Legalizar la empresa. En mi caso, me di de alta como autónoma y monté una sociedad limitada unipersonal. Elegí esta opción porque me pareció más segura para separar mi patrimonio personal del de la empresa. Hay varios trámites que hay que hacer: registro del nombre, alta en Hacienda, en la Seguridad Social, etc. No es difícil, pero sí algo pesado.
- Buscar local. Quería un sitio céntrico, pero no podía pagar una barbaridad. Al final encontré un pequeño local en una calle secundaria del centro de Valencia, que no tiene tanto paso, pero está cerca de varias cafeterías y peluquerías. Me gustó el ambiente y el precio era asumible. Lo reformé un poco, lo decoré a mi estilo y lo llené de detalles que reflejan mi marca.
- Preparar la tienda online. Esto lo hice con ayuda. Contraté a una chica que diseña webs para pequeños negocios y la verdad es que fue una gran decisión. Me ayudó a tener una página sencilla, pero bien organizada, con pasarela de pago y todo listo para vender. También me abrió las redes sociales y me dio algunas pautas para gestionarlas.
- Hacer el primer pedido. Esta parte da vértigo. Es cuando ya empiezas a gastar dinero de verdad y no sabes si vas a vender o no. Pero confié en mi idea y pedí una primera colección no muy grande. Aposté por prendas versátiles, de calidad, y con tallas reales (algo que me parece fundamental).
Siendo sincera con el proceso
Hay cosas que he disfrutado muchísimo. Por ejemplo, elegir el nombre de la tienda, diseñar las etiquetas, recibir el primer pedido y colocarlo todo en el local. También me ha encantado ver la reacción de las primeras clientas, escuchar sus opiniones, ir viendo qué se vende más y qué menos. Esa parte es muy gratificante.
Lo que menos me ha gustado ha sido toda la parte burocrática. Los papeles, las declaraciones, las licencias… Es un mundo que no conocía y que se hace pesado. Al principio todo parece complicado, pero una vez que entiendes el funcionamiento, ya va rodado. Eso sí, recomiendo muchísimo tener un gestor desde el primer día.
Tampoco es fácil desconectar. Cuando tienes tu propia empresa, estás pensando en ella las 24 horas del día. A veces me levanto a las tres de la mañana con ideas, o preocupada porque algo no ha salido como esperaba. Pero poco a poco voy aprendiendo a organizarme mejor y a poner límites.
No sabía cómo financiar mi proyecto
Yo no tenía ahorros suficientes para cubrir todo, así que tuve que buscar formas de financiación. Entre ellas contacté con Workcapital, una financiera que apoya a pequeñas empresas como la mía. Fueron super majos conmigo y, no solo me informaron de sus servicios, sino que me dieron consejos que me sirvieron mucho para conseguirlo. Al final, estas fueron las formas de financiación que usé:
- Ahorros personales. Puse una parte de mis propios ahorros. No era mucho, pero me sirvió para empezar con lo básico.
- Ayudas públicas. Solicité una ayuda del programa de apoyo al emprendimiento de la Generalitat Valenciana. Me la concedieron, aunque el dinero no llegó hasta meses después. Aun así, valió la pena.
- Microcrédito. Pedí un microcrédito que tenía unas condiciones muy buenas para emprendedores. No me pidieron aval porque tenía un buen plan de negocio y me asesoraron muy bien.
- Financiación participativa. Aunque no hice un crowdfunding como tal, sí que recibí apoyo económico de algunas personas cercanas que creían en mi proyecto. Lo hicimos como un préstamo informal, con un acuerdo claro por escrito.
Lo que espero conseguir con esta empresa
Mi objetivo no es hacerme rica. Lo que quiero es vivir de esto, disfrutarlo y conciliar mi vida personal con mi trabajo. Tener un hijo pequeño hace que valore mucho poder organizarme a mi manera. Me encanta poder ir a recogerlo al colegio o cerrar la tienda antes si tiene una función o si se pone malo.
También me gustaría que mi marca creciera poco a poco, sin prisa, pero con buena base. Que la gente empiece a reconocer mis prendas, que sepan que están hechas con cariño, pensadas para mujeres reales. No quiero competir con grandes cadenas, sino ofrecer algo distinto.
A medio plazo me encantaría abrir otra tienda, quizá en otra ciudad, o ampliar el catálogo para incluir accesorios. Pero de momento prefiero ir paso a paso.
¿Merece la pena montar tu propia empresa?
Desde mi experiencia, sí. Es duro, es exigente y te cambia la vida. Pero también te da una libertad que no se compara con nada. Poder decidir cómo haces las cosas, qué tipo de trato das a la gente, qué productos vendes… es algo que no tiene precio.
Eso sí, hay que ser realista. No es algo que se monte en una semana. Hay que dedicarle muchas horas, estar dispuesta a aprender y a equivocarse. Pero si tienes una idea clara, si te ilusiona y si estás dispuesta a pelear por ella, ahora mismo hay muchas herramientas que lo hacen posible.
En mi caso, haber montado esta tienda ha sido una de las decisiones más importantes de mi vida. Y aunque todavía queda mucho por recorrer, me siento feliz de haber dado el paso.