Hace poco decidí darme un respiro y pasar unos días en Córdoba. No fue una escapada planeada con meses de antelación ni nada por el estilo. Simplemente me apetecía conocer una ciudad de esas que todos mencionan con cariño, pero que yo todavía no había visitado con calma.
Y la verdad, qué buena decisión tomé. Córdoba tiene algo que te hace sentir bien. No sé si es la forma de hablar de la gente, la luz, el olor a jazmín o lo sencillo que resulta andar por sus calles, pero todo me fue envolviendo poco a poco.
Si estás pensando en ir o simplemente te pica la curiosidad, aquí te cuento todo lo que vi, lo que más me gustó y lo que no me perdería por nada del mundo si volviera.
La Mezquita-Catedral
No puedo empezar por otro sitio. La Mezquita-Catedral de Córdoba es uno de esos lugares que hay que ver al menos una vez en la vida. Aunque la entrada cuesta dinero (unos 13 euros para adultos), de verdad que merece la pena. Desde fuera ya impone, pero es al entrar cuando uno se da cuenta de la magnitud de lo que tiene delante.
Recuerdo que lo primero que pensé fue: “Esto no me lo imaginaba así”. Porque una cosa es ver fotos y otra muy diferente es estar allí, caminar entre sus columnas infinitas, mirar al techo, sentir el frescor que hay dentro, observar los detalles. Lo más llamativo, al menos para mí, fue ver cómo la parte musulmana y la cristiana conviven en el mismo espacio. Es un lugar con siglos de historia que ha sabido mantenerse en pie sin perder su esencia.
Si tienes tiempo, no vayas con prisa. Yo estuve más de una hora dentro, y si me lo hubiera permitido el tiempo, me habría quedado más. Te recomiendo que vayas a primera hora para evitar aglomeraciones. Además, la entrada es gratuita si vas de lunes a sábado antes de las 9:30 de la mañana.
Callejear por la Judería
Después de visitar la Mezquita-Catedral, me perdí por la Judería. Es una zona llena de callejuelas estrechas, casas blancas, tiendas pequeñas y rincones con encanto. Lo que más me gustó fue que no hay que seguir un mapa. Puedes dejarte llevar sin rumbo fijo, y tarde o temprano acabarás en algún sitio bonito.
Una de las calles más conocidas es la Calleja de las Flores. Es estrecha, llena de macetas y con una vista preciosa a la torre de la Mezquita al fondo. Si tienes paciencia para esperar tu turno (suele haber gente haciendo fotos), la imagen es de postal. Otra calle muy visitada es la Calleja del Pañuelo, que es tan estrecha que se llama así porque, según dicen, cabe un pañuelo abierto entre sus muros. Sea cierto o no, es curioso de ver.
También aproveché para entrar en la Sinagoga, que es pequeñita pero interesante. La entrada es gratuita y no se tarda mucho en verla. Está bien conservada y tiene algunas inscripciones en hebreo que le dan un aire muy especial.
Los patios de Córdoba
Si tienes la suerte de ir en mayo, no te puedes perder la Fiesta de los Patios de Córdoba. Yo no la conocía en persona, solo por fotos, y fui expresamente por eso. Se celebra durante la primera quincena de mayo, así que si estás leyendo esto y puedes ir, hazlo. No te vas a arrepentir.
Durante esos días, muchos vecinos abren las puertas de sus casas para que todo el mundo pueda ver sus patios. Y no es que tengan cuatro macetas bonitas, no. Es que lo tienen todo perfectamente cuidado, con cientos de flores, fuentes, suelos de piedra, y un cariño que se nota en cada rincón. Me impresionó mucho la dedicación de la gente. Algunos propietarios estaban allí, sentados, hablando con los visitantes, contando cómo cuidan las plantas, cuándo riegan, qué tipo de flor es cada una… Una señora mayor me enseñó una maceta de geranios que tenía más de 20 años. Me pareció entrañable.
Los patios están repartidos por varias zonas del casco histórico. Yo recorrí algunos del barrio de San Basilio, que es uno de los más conocidos, pero también pasé por la zona de Santa Marina y el Alcázar Viejo. Lo bueno es que puedes conseguir un plano con todas las rutas y organizarte como mejor te venga.
La entrada es gratuita, aunque en algunos patios puedes dejar un donativo si te apetece. Algunos también tienen música en directo o venta de productos artesanos. Es un ambiente muy alegre, lleno de vida, que te hace sentir parte de algo bonito.
Un tablao flamenco en Córdoba
Una de las cosas que más me marcó del viaje fue ir a un tablao flamenco. Nunca había estado en uno. Había escuchado flamenco, claro, pero verlo en directo fue una experiencia completamente distinta. En Córdoba hay varios tablaos, y yo, antes de tomar mi decisión, me dejé asesorar por El Pañuelo – Tablao Flamenco, un lugar mágico donde cada noche salir artistas a llenar el escenario el escenario. ¡Y lo pasé en grande, fue todo un acierto!
El espectáculo empezaba a las nueve de la noche. Había sillas de madera, mesas pequeñas, luz tenue y una copa de vino sobre la mesa. Todo parecía tranquilo hasta que salieron los artistas. Fue increíble. Desde el primer momento sentí cómo se me erizaba la piel. La fuerza con la que bailaban, la pasión en cada movimiento, los quejíos del cantaor, el ritmo de la guitarra… Todo se mezclaba de una forma que no sé explicar muy bien, pero que se sentía profundamente.
Una de las cosas que más me impresionó fue que no había espectáculo de luces, ni pantallas, ni efectos especiales. Solo era el arte, tal cual. Cada noche, estos artistas se suben al escenario y lo dan todo. Y eso se nota. El público estaba entregado, pero en silencio. Nadie hablaba. Todos estábamos embobados.
Si vas a Córdoba, busca un tablao y reserva. Te lo digo en serio. Da igual si eres muy fan del flamenco o no. Es algo que va más allá de los gustos musicales. Es cultura, emoción, historia, y sobre todo, autenticidad.
El Alcázar de los Reyes Cristianos
Otro lugar que me encantó fue el Alcázar. Está muy cerca de la Mezquita, así que puedes verlo el mismo día. Es un antiguo palacio-fortaleza con unos jardines preciosos y unas vistas desde la torre que merecen la pena. La entrada cuesta unos 5 euros y puedes pasear por los patios, los salones y sobre todo, los jardines, que para mí son lo mejor.
Hay fuentes, estanques, cipreses, setos recortados con precisión, flores de muchos colores… Es un sitio ideal para sentarse un rato y descansar del calor. También me gustó la historia del lugar: fue residencia de los Reyes Católicos y allí se reunió Cristóbal Colón para planear su viaje a América. A veces, mientras caminas por sitios así, piensas en cuántas cosas habrán pasado por allí. Es un sitio muy tranquilo, ideal para visitarlo con calma.
El Puente Romano y la Torre de la Calahorra
Al atardecer, me acerqué al Puente Romano. Está justo frente a la Mezquita y cruza el río Guadalquivir. Es peatonal, así que puedes pasear tranquilamente y disfrutar de las vistas. Desde allí, se ve la silueta de la ciudad con la Mezquita al fondo y es un buen sitio para hacer fotos.
En uno de los extremos del puente está la Torre de la Calahorra, una construcción defensiva que ahora alberga un museo. Yo no entré porque ya era tarde, pero el paseo por el puente mereció la pena. El ambiente era muy agradable, con músicos callejeros tocando, parejas sentadas mirando el río y grupos de amigos charlando.
¿Qué comer en Córdoba?
Lo primero que probé fue el salmorejo. Lo había comido antes, pero nunca como aquí. Espeso, frío, con jamón y huevo duro por encima. Lo pedí varias veces, en diferentes bares, y en todos estaba buenísimo.
Otra cosa típica son los flamenquines, que son como una especie de filete enrollado y empanado, relleno de jamón serrano. Te lo sirven con patatas fritas y, aunque puede parecer contundente, entra solo. También me sorprendió la berenjena con miel de caña, crujiente por fuera y tierna por dentro.
Lo bueno de Córdoba es que hay muchos bares donde puedes tapear sin gastar mucho. En algunos sitios, con la bebida te ponen una tapa gratis. Yo estuve en el Mercado Victoria, que es una especie de mercado gastronómico con diferentes puestos, y pude probar cosas distintas sin moverme del mismo sitio.
Otros rincones y recomendaciones
Además de todo lo que ya conté, hay más cosas que puedes ver si tienes tiempo:
- El Palacio de Viana: tiene doce patios diferentes, cada uno con su estilo. Es muy bonito y menos concurrido que los patios de mayo.
- La Plaza de la Corredera: es amplia, con bares alrededor y buen ambiente. Ideal para tomar algo por la tarde.
- Las murallas y puertas de la ciudad: como la Puerta de Almodóvar, que aún se conserva bien y te hace imaginar cómo era la ciudad en tiempos antiguos.
- Los baños árabes (Hammam): yo no fui por falta de tiempo, pero me lo recomendaron mucho para relajarse después de tanto caminar.
Córdoba me sorprendió para bien
Es una ciudad llena de historia, tradición, color y buena gente. Todo está bastante cerca, así que puedes recorrerla a pie sin problema. No necesitas una semana entera para conocerla, pero te aviso: cuando vayas, vas a querer volver. A mí me pasó. Y si estás pensando en una escapada que combine cultura, buen ambiente, gastronomía y momentos especiales… Córdoba es el sitio.