Toda la ciudadanía española estuvo confinada desde mediados de marzo hasta mediados de junio, y luego vinieron las fases de la desescalada que tampoco fue sencilla. Pasamos varios meses en los que las zapatillas de estar por casa no salían de nuestros pies salvo para ir a comprar al supermercado o para bajar al pasear al perro y eso nos pasó factura a muchos de nosotros con esos kilos de más que fuimos cogiendo poco a poco y a lo tonto. Sin embargo, el mayor problema no lo tuvimos los adultos, ni mucho menos, el problema lo tuvieron los niños, y cuánto más pequeños peor.
Algunos ya habréis entendido por donde voy y para los que están aún preguntándose de qué narices estoy hablando os lo aclaro enseguida. Hubo niños y niñas que empezaron el confinamiento en marzo y aún no habían empezado ni a gatear, pero acabaron el junio caminando. ¿Sabéis lo que implica eso? Casi nada de lo que había en sus armarios les entraba por la cabeza y lo poco que sí podían ponerse les quedaba tipo morcilla. En esto hablo por experiencia propia, mi hija acabó el confinamiento con tres camisetas, dos pantalones y sin zapatos, a pesar de que estaba empezando a caminar.
Pero como ella encontramos a miles de niños a los que se les había quedado la ropa pequeña. Tal vez a un niño de 12 años, esos 4 meses no impactaron tanto en él, pero en los bebés y niños de entre 0-3 años, la catástrofe estaba asegurada.
Todo esto se pudo ver reflejado en las colas kilométricas que se montaron en muchísimas tiendas de ropa infantil o con ropa infantil. Dos horas de cola en los centros comerciales con distancia de seguridad de dos metros y mascarillas para acceder a tiendas como Primark, H&M o primeras marcas tipo Prenatal o Mayoral. Otros 45 minutos, o más, de cola en la zapatería del barrio para comprarle algo a tu hija que acaba de empezar a caminar y no tiene nada con suela, y así en todas las ciudades españolas, o por lo menos en las grandes ciudades españolas. Para mí, abrir el armario de mi hija y ver que todo lo que le hacía falta se convirtió en una pesadilla.
Una conocida, cuya hija tiene 5 meses más que la mía, acabó arrasando el Alcampo. Y es que, según sus propias palabras, decidió ir al día siguiente de que abrieran la sección de ropa infantil porque, como bien sabéis, durante el confinamiento las grandes superficies como Carrefour, Alcampo y demás, solo tenían abierta el área de alimentación. El problema es que cuando ella llegó al Alcampo, y después de hacer la cola correspondiente, se encontró con una gran avalancha de madres, abuelas, tías (y digo todo en femenino porque todo eran mujeres locas como gallinas sin cabeza, no es machismo, es lo que ella me traslada que vivió ese día) intentando comprar ropa infantil para sus niños y niñas. ¿Qué pasó? Pues que si quería conseguir algo de todo lo que había en los estantes debía digievolucionar y transformarse en una gallina de la misma especie. Pensó en irse, darse media vuelta y largarse, pero luego pensó en su hija y en que solo le cabía un pantalón y se armó de valor: Cogió un carro y empezó a pegarse a los estantes como si tuviera pegamento de contacto en los brazos con el fin de que las otras gallinas no la empujaran hacia atrás, al ostracismo, y empezó a coger todo lo que encontrara de la talla de su hija.
Es lo que había, no le daba tiempo a ver camisetas y elegir la que más le gustaba, solo tenía tiempo de ver la talla y echar la prenda al carro para poder seguir mirando entre montones de ropa. Porque esa es otra, ¿alguien me puede explicar por qué la gente no es capaz de ver la prenda que quiera y dejarla de nuevo en su sitio si decide no llevársela? Suponemos que todo estaba muy ordenada cuando el Alcampo abrió sus puertas a las 9 de la mañana pero a las 11 aquello parecía una batalla campal.
El resultado fue un carro lleno de ropa infantil y una factura de 200 euros. Eso sí, la niña tuvo ropa para cambiar de modelito cada día de la semana. ¿Y sabéis qué os digo? Me parece hasta barato.
Pero claro, ella tuvo los ovarios suficientes como para meterse en esa vorágine, yo no. Yo hice la cola de la zapatería de barrio y esperé algunas semanas a que las aguas se calmaran para ir a buscar algunas cosas para mi hija y ¿sabéis qué me encontré? Con que habían traído la nueva temporada a todas las tiendas y como yo no fui al Alcampo, ni al Carrefour, sino que entré a una tienda especializada en ropa infantil (bueno, a más de una), lo que allí había me dejó boquiabierta.
Los niños, son niños, y deben vestir como niños. Llamadme antigua o cualquier otra cosa que se os pueda venir a la mente, pero por mucho modelito moderno que les pongáis van a seguir siendo niños pequeños que no necesitan vestir como adultos.
Mi hija es pequeña para eso, pero llegué a ver zapatitos de charol rojo, con lacito en el centro, y tacones para niñas de 3 años. ¿Tacones? ¿En serio? ¿Es eso necesario? No me voy a meter en si me gusta o no el charol, o si el lazo ese me parece una cursilada que no le pondrías a un niño y, por lo tanto, estás sexualizando la ropa infantil, marcando ya estereotipos desde bien pequeños, es que además de todo eso le has puesto tacones a los zapatos.
Y la cosa no se queda ahí:
- Minifaldas similares a las que lucen las jovencitas con 15 años, pero de tamaño mini.
- Camisetas con los hombros al descubierto, muy sexys, para mi hija de 14 meses.
- Chalecos con pajarita para los bebés más guays
- Bikinis con partes superiores en forma de triángulo, para tapar unos pechos que no existen aún, de una niña de 4 años.
¿Quién tiene la culpa de todo esto? Y lo digo en serio. O te vas a comprar camisetas básicas y pantalones vaqueros o mallas, o acabas en una tienda donde se pueden ver todo tipo de looks donde los niños y niñas parece que sean adultos reducidos o algo similar. ¿Culpamos al diseñador? ¿Al distribuidor de la ropa? ¿o culpamos a los que compran?
Catalinos, mayorista de moda, asegura que del mismo modo en el que la ropa se está sexualizando, cada vez más, desde la infancia en algunas firmas y en ropa importada de China, Taiwan y otros países asiáticos, hay ropa infantil que sigue las pautas marcadas de lo que debería ser la moda para niños y niñas, pero hay que saber en qué marcas buscar.
Según nos cuenta, no es lo mismo comprar ropa en Mayoral, que en Prenatal, Toys ur Us, Tuc Tuc o El Corte Inglés, así como en otras firmas, pero ¿por qué? Pues básicamente porque una cosa es seguir la tendencia de la masa social y otra muy diferente seguir la tendencia de la pasarela, porque sí, los niños también tienen moda de pasarela. Y no es que sea negativa una cosa y positiva la otra o viceversa sino que, simplemente, no es lo mismo.
Por ejemplo, no puedes ir a buscar un vestido infantil para tu hija de tres años al bazar chino de la esquina si lo que quieres es ponérselo en la boda de tu hermana, pero no porque necesites comprar algo de marca o porque tengas que lucirte más que nadie, sino porque en el bazar encontraremos ropa para diario y, como mucho, algún vestido de mal gusto casi con toda seguridad. De igual modo, no te vas a la sección de “ceremonia” de El Corte Inglés para comprar camisetas básicas para el colegio ¿verdad? Pues esto es lo mismo, si quieres ropa infantil tradicional no vayas a buscarla en tiendas que compran la ropa al por mayor a un comerciante chino.
¡Ojo! Hay comerciantes chinos, igual que españoles, japoneses o franceses, buenísimos, pero también los hay que no lo son y os puedo asegurar que no dan duros por pesetas así que si en el comerciante chino A pagas la camiseta a 2 euros, y en el comerciante chino B la pagas a 0,90 céntimos por algo será: calidad del tejido, método de confección, diseño, etc.
En definitiva, hay cierta parte de nuestra sociedad que se empeña en sexualizar a las niñas desde bien pequeñas, y ya no os digo nada de lo que pasa en la adolescencia, y yo no veo motivos para hacerlo e incluso hay algunas cosas que me parecen de muy mal gusto, como el bikini nombrado anteriormente que parecía el de una jovencita de 17 años a pesar de que era para una niña de 3.