Siempre recuerdo a un tío carnal que preguntaba. ¿Cuántos hijos tienes? La otra persona respondía, por ejemplo, tres. Y mi tío replicaba “pues tres problemas”. Y es que al final, la vida es una sucesión de problemas con los que hay que saber convivir. Pero lejos de ser un camino de espinas, la vida puede ser maravillosa, que diría el mítico Andrés Montes. Solo es cuestión de mentalidad, de respirar y de saber tomarse la vida de otra manera.
En este aspecto, cobra mucha importancia la meditación, y más concretamente, el mindfulness. ¿Has oído alguna vez hablar de él? El mindfulness, también llamado atención plena o conciencia plena, consiste en estar atento de manera intencional a lo que hacemos, sin juzgar, apegarse, o rechazar en alguna forma la experiencia.
Es una práctica basada en la meditación vipassana. Consiste en prestar atención desapasionada a los pensamientos, las emociones, las sensaciones corporales y al ambiente circundante, sin juzgar si son adecuados. La atención se enfoca en lo que se percibe, sin preocuparse por los problemas, por sus causas y consecuencias, ni buscar soluciones.
Todo este recorrido es posible con el despliegue y el entrenamiento de la observación sostenida de todo lo que hay en nuestro interior. “Esto permite el despertar y la maduración de un Ego consciente, más sano e integrado que ya no se identifica con lo que observa”, nos explican desde Inspirare, escuela donde se trabaja esta especialidad.
Esta “distancia” permite vías de cambio, de sanación creativa a través del reconocimiento de lo que Somos en realidad, más allá de los fenómenos corporales, emocionales y mentales con los que nos identificamos.
El mindfulness da importancia al presente. En su pensamiento: “No podríamos vivir sin la capacidad de estar en el presente. Es la que nos permite recordar a dónde estamos yendo mientras caminamos, aún cuando durante el trayecto nos hayamos perdido en miles de pensamientos”.
Dicen los expertos de esta asociación que sin el mindfulness sería imposible poder observar y reconocer la propia experiencia y vivir en este mundo. Sin embargo, y aunque creemos tener control conciente de nuestra atención, lo que normalmente sucede es que estamos constantemente atendiendo a pensamientos acerca del pasado o del futuro o bien, reconociendo solo una pequeña porción de lo que está sucediendo en el presente: si lo que estoy experimentando me gusta, quiero que continue o si lo que estoy experimentando me desagrada, quiero que desaparezca.
Aplicaciones del mindfulness
Una de las aplicaciones del mindfulness se dirigió a preparar a los militares estadounidenses para minimizar los trastornos que sufren durante el combate y sus secuelas, como el trastorno por estrés postraumático, la ansiedad o la depresión. El Mindfulness-based Mind Fitness Training, MMFT, o M-fit —entrenamiento mental basado en mindfulness— se enseña a los militares durante las semanas previas a un despliegue. Se ha usado para entrenar a las tropas que participaron en las guerras de Afganistán e Irak.
Si bien hay evidencia de que la terapia mindfulness tiene una efectividad mayor que la mera exposición a psicoeducación, relajación, imaginación, su eficacia es similar a la terapia cognitivo-conductual.
Se aboga por un trabajo psicoespiritual. A través de abordar las tres dimensiones de la conciencia, máscara, sombra y ser esencial, abrimos el nivel espiritual que interviene en el crecimiento personal. Este camino implica atravesar capas ilusorias, condicionamientos personales y familiares, defensas para llegar a nuestro ser real, volver a casa para experimentarnos en nuestra verdad en la vida cotidiana. Para ellos en este centro se apoyan en el Pathwork, y en los trabajos de otros maestros que supieron entretejer la psicología y el camino espiritual.
Autoconsciencia
Diversos estudios han demostrado que la práctica del mindfulness al mejorar la autoconsciencia, ayuda a mejorar el autoconocimiento. Esto nos lleva a un mejor reconocimiento de las emociones, tanto propias como ajenas, lo cual deriva en una mejor gestión de las relaciones interpersonales. Y es que al final, eso es la vida, conocernos a nosotros.
Uno de los principales beneficios de la concentración plena es que favorece la concentración en una sola cosa. Esta capacidad se generaliza a todo aquello que la persona pueda hacer, ya sean tareas complicadas o sencillas. El mindfulness nos enseña a mantener las distracciones a raya proporcionando mayor nivel de concentración en lo que estamos haciendo en ese momento preciso.
La vida ya sabemos que en ocasiones se convierte en una acumulación de problemas. Pero ante esto, hay que respirar y pensar en que podemos salir de todo esto. La meditación lo hace todo.