Yo nunca he sido una persona muy asustadiza. Supongo que todo va en la personalidad y podríamos decir que he sido siempre un poco “loca” en ese sentido. De pequeña, no me daba miedo el agua, ni las atracciones de los parques de atracciones, ni las películas de miedo. Mientras que mis amigos tenían prohibido ver ciertas películas, yo las veía con mi madre porque sabía que no me afectaban en nada, y cuando íbamos a la playa tenían que vigilarme muy de cerca porque si se descuidaban me adentraba en el mar sin miedo a un posible ahogamiento aunque no hiciera pie.
En la feria o los parques de atracciones me montaba en lo más peligrosos que hubiera, con mi padre eso sí. He escalado montañas que no debía en el campo, me he subido a árboles demasiado altos… he hecho prácticamente todo eso que te dicen que no hagas por si te haces daño o incluso algo peor. Supongo que el problema era que nunca he tenido demasiadas consecuencias al respecto y por eso jamás creció el miedo en mí. Lo peor que me ha pasado fue un brazo roto a la altura del hombro y además me ocurrió de la forma más tonta, en un columpio de un parque público.
El caso es que esa “suerte” me ha hecho bastante inconsciente en todos los sentidos. Supongo que me creía intocable, pensaba que nunca me podía pasar nada malo y eso, en realidad, es muy peligroso. Ahora entiendo el motivo por el que mis padres no descansaban ni un segundo, y es porque tenían que poner mil ojos en mí, ya que en un pequeño despiste de un segundo ya se la podía estar liando parda.
Con la juventud ese tema no cambió, y eso provocó que nunca me sintiera en apuros. Recuerdo una vez en la que bajaba con una amiga hacia el centro de la ciudad y un hombre empezó a seguirnos. Yo no le di importancia, sería un hombre que iba por el mismo camino que nosotras y ya está, pero empezamos a dar vueltas y vueltas por las mismas calles y ese hombre seguía detrás. Le dije que no tuviera miedo, que no iba a pasar nada, y apreté el paso cogida de ella de la mano hasta que conseguimos encontrar una tienda abierta (era tarde, estaban todas cerrando, incluido esa) y accedimos al comercio explicándoles que solo queríamos estar allí unos minutos, hasta asegurarnos de que le hombre se había ido.
Ella estaba muerta de miedo, yo no, yo pensé desde el minuto 1 que nada podría pasarnos, y tal vez por eso fui la que dirigí un poco la situación hasta encontrar la tienda abierta. Hoy en día lo pienso y sé que si hubiéramos elegido una mala calle, una demasiado vacía, o no hubiéramos encontrado esa tienda, tal vez nos habríamos llevado un susto (eso como mínimo).
Siempre he sido así, ilusa de mí, pero no era algo que yo había planeado sino que mi forma de ser, o el contexto en el que me he criado, han fomentado esa seguridad en mí misma. Ahora soy consciente de lo equivocada que estaba, y que todas esas veces que he pensado “no va a pasar nada” y me he ido sola a casa por no esperar a mis amigos, o situaciones similares, he tenido mucha suerte.
Hoy por hoy, sé que nadie debe ser así, porque por mucha gente buena que hay por el mundo siempre hay alguien que no lo es y aunque no son muchas, las probabilidades de que te cruces con ese alguien están ahí, y si te toca, más te vale haber sido precavida y no creerte tan a salvo porque con suerte, esa precaución previa, te salvará la vida.
Lo que ocurrió
Hace un par de años mi prima pequeña, a la que yo también creía segura y a salvo, se vio atacada en el ascensor de su propio edificio por un hombre que intentó forzarla. Por suerte no pasó nada, pudo salir del ascensor y aporrear la puerta de una vecina gritando mientras el hombre huía escaleras abajo. Cuando lo denunció, descubrió que ha atacado a varias jóvenes, e incluso niñas, con el mismo método, haciéndose pasar por un visitante en el edificio y entrando con ellas a solas en el ascensor.
Hace año y medio más o menos, cuando la desescalada del confinamiento aún acababa de comenzar, salí a ver a mis padres que viven a dos manzanas de mi casa pero que, por todo este tema del Covid19, llevaba sin ver desde marzo, como todo el mundo. Me quedé a cenar en su casa y, después, salí de allí en dirección a la mía.
Cuando digo que vivimos a dos manzanas digo la verdad, son 5 minutos a paso lento de su casa a la mía, y si aligeras el paso llegas en 3 minutos. Poca distancia, pero también muy poca gente por la calle en esas fechas y a esas horas por lo que noté la presencia de un hombre detrás de mí enseguida, apreté el paso, y él lo apretó también hasta el punto que en los últimos metros hasta mi portal llegué a correr y comprobé que él también lo hacía. No sé si quería robarme u otra cosa, y lo que él no esperaba es que accediera a mi portal tan rápido y cerrara en seguida. Eso me salvó, tal vez unos segundos marcaron la diferencia.
Ahora sé que ni yo, ni mi familia, estamos exentos de que nos pasen estas cosas y, desgraciadamente, las mujeres somos las que más inseguras estamos, como tantas otras mujeres en este país.
Paso 1, dejar de ser poquita cosa
Soy delgadita por naturaleza lo que ha provocado que nunca sintiera necesidad de apuntarme a un gimnasio ni nada similar. Podría decir que por salud siempre me ha interesado el deporte pero es mentira. Mis amigas se apuntaban a aerobic, zumba y gimnasios con el fin de perder esos kilos de más y yo, como tenía suerte y no engordaba, jamás me interesé por el tema. Ahora el problema es que soy delgadita, pero también enclenque. Tengo muy poca fuerza y no estoy en forma para nada así que el paso 1, para protegerme a mí misma, es ponerme en forma.
He visitado tres gimnasios que tengo cerca de casa y del trabajo, y no sé si ha sido porque mi amiga Ana me ha comido la cabeza o porque está de moda pero al final he optado por el CrossFit. Me han convencido porque Ana dice que es un deporte que te pone fuerte, muy fuerte, y ahora mismo eso es lo que quiero. El problema es que me daba miedo mi mal estado físico actual pero contacté con unos profesionales y, según ellos, cualquier persona, independientemente de su estado físico, puede iniciarse en el CrossFit, solo hay que saber hasta dónde se puede llegar, cuándo parar y para qué ejercicios específicos no estamos preparados. De ahí que sea necesaria siempre la ayuda de un profesional que nos guíe y nos dirija en los entrenamientos.
Eso sí, hay que tener cuidado con las lesiones. Hay personas que no saben cuándo han de decir basta y fuerzan su cuerpo de tal manera que la posibilidad de sufrir una lesión, incluso grave, se hace cada vez más patente. Según Centro Avance, osteópata en Murcia especialistas en lesiones deportivas, lo que a priori puede parecer un tonto dolor muscular puede acarrearnos muchos problemas por lo que más nos vale tomarnos este tipo de cosas en serio.
Paso 2, defiéndete
No tengo ninguna intención de entrar en una batalla por mi seguridad con nadie, es decir, que si alguien viene a atacarme mi primera opción será correr, la segunda una buena patada y correr y ya la tercera sería liarme a golpes, pero como esta última opción no me gusta nada, he decidido comprarme una defensa eléctrica y llevarla siempre en el bolso. En España son caras, y además hay una especie de vacío legal que provoca que no se sepa muy bien si puedes adquirirlas o no dentro de nuestras fronteras. Sin embargo, en Andorra es totalmente legal así que ya he estado mirando algunos modelos en una tienda online de electrónica de Andorra. No pretendo usarla porque espero no tener nunca necesidad de hacerlo, pero si llega el momento, quiero usar todo lo que esté en mi mano para evitar que un malnacido pueda hacerme daño y convertirme en una víctima más, viva o muerta, de la violencia y el abuso. Y si no consigo librarme, por lo menos mi atacante se llevará más de un regalito de mi parte: patadas, puñetazos, mordiscos, arañazos e incluso descargas eléctricas.
Dicho esto, tampoco pretendo ir por la vida vigilante esperando a que alguien me ataque, pero visto lo visto está claro que las mujeres no estamos seguras caminando solas por la calle, o haciendo deporte, o regresando a casa después de una noche con amigos. Es muy injusto, lo sé, pero no estamos seguras, así que yo voy a hacer todo lo que pueda para protegerme, así de sencillo es.
Paso 3, confianza
Una vez esté en forma, pueda correr más que mi atacante, tenga fuerza para defenderme y deje de sentirme una debilucha enclenque, entonces sé que ganaré confianza en mí misma, para demostrarme a mí y al mundo entero que puedo vivir una vida feliz, sana y sin miedo. No pretendo volver a ser una inconsciente como antes lo era, pero sí quiero vivir sin tener que estar vigilando mi espalda.